Cuando alguien llega y destruye todo a su paso, se necesita mucho tiempo para poder dejar todo como estaba. A veces, por mucho que intentemos aparentar que todo vuelve a ser lo que era, esa apariencia se cae a trozos. Y se necesita mucho más tiempo para asumir que nada de lo que es volverá a ser lo que era, que todo lo que fue, nunca volverá a ser. Que no vale con juntar todas las piezas y mirar hacia otro lado. Que está todo patas arriba y lo único capaz de arreglarlo es el tiempo. 
Y aparecerán otras personas en nuestras vidas. Creeremos que esa es la vencida y que todo volverá a la normalidad. Pero solo seremos el recuerdo buscando lo que echamos de menos en otra vida que no es la suya, ni la nuestra. Intentaremos sentir todo aquello que sentíamos en otros brazos diferentes, pero nada volverá a ser lo que era. 

Conquistáremos otras camas, 
besaremos otras bocas,
agarraremos otras manos.

Diremos cosas que ya dijimos, esperando reacciones que nos resulten familiares y que así lo de la izquierda sane antes. Y viviremos en un constante pasado, esperando que vuelva ahora que viene el invierno, para poder sentir escalofríos y no del frío, si no de sus manos.

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