Empezaré añadiendo que las personas calan en mi de una manera especial. Nunca he sabido como explicarlo pero sí, cada una es especial en una medida diferente. Que cosas de una noche son las que suelen pasar indiferentes pero ni en esas he sabido diferenciar donde sí y donde no. Cómo entregarte a alguien simplemente por el placer de hacerlo. Cómo aparecer en la vida de alguien para luego desaparecer sin dejar ni una mísera nota con cualquier excusa o con cualquier despedida. Porque sé que muchas veces parece que no me importa lo que estoy perdiendo y que por qué no arriesgar lo que tengo si alguien merece tanto la pena como para intentar que no se vaya. Pero lo que nadie sabe es que a mí me enseñaron a querer sin frenos y al final tanta velocidad me pasó factura. Que si no lucho por conservar algo es porque a mí me enseñaron a querer a quien se queda, no a quien se marcha cuando ve la puerta entreabierta. Y es por eso que me dejo la piel por quien se la deja por mi. Y es por eso que me dejo el alma cuando alguien me entrega la suya. Pero el amor es un juego en el que dos intentar buscar el punto de equilibrio tirando de la misma cuerda. En direcciones contrarias. Por eso de nada sirve ganar, ya que, al final, se acaba perdiendo.
Por eso desde aquí doy gracias a todas las personas que en mi vida han ido (des)apareciendo, por aportarme cosas nuevas y hacer de mí mejor persona. Y perdón por tanta simplicidad pero creo que con entenderme yo, me basta.


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