Las cosas que nunca me dijeron

Ha pasado algún tiempo desde que nos encontramos y, la verdad, es que no acabó tan bien como hubiera deseado. Estabas distinta, con el rostro pálido y sin ninguna muestra de esa dulzura tuya. Tu mirada ya no tenía esa complicidad que yo tantas veces me había parado a observar, por largas horas y sin cansarme. Tus labios. Tus labios esta vez ya no buscaban los míos, ya no pedían a gritos que alguien los interrumpiera con un beso. Y tus manos... esas manos que yo tantas veces había visto deslizarse sobre los pliegues de mi ropa ya no buscaban el calor de otro cuerpo. ¿Cómo se puede querer algo que has dejado de tener? Y es que tu risa produce mariposas, de esas que no se ven pero se sienten. Tu mirada abarca ciudades y alguna que otra vida. Y créeme, cómo envidio a esas vidas. La forma que tienes de dudar y sonreír, o de no dudar en sonreír. O aquellas piernas largas que pedían algo más que un rescate. 
Pero desde que conquistas otras vidas ya no he vuelto a dormir por las noches. 
Porque he visto como te brillan los ojos cuando le ves pasar, como suspiras si no te mira y sonríes cuando por fin lo hace. 
Como te marchas, bailando, 
alegre por haberme olvidado, 
alegre por haber encontrado a alguien que sepa hacer lo que no hice yo.



Comentarios

Entradas populares