Vuelve y al menos inventa una despedida, finjamos que la tuvimos

Miles de lunares decorando tu piel como un mapa en el que se pierde el norte, y mis sentidos. Me había detenido más de una vez a contar todas tus pecas y a observar esos ojos color café, incansablemente. Tantas veces lo había hecho y a cada vez encontraba algo que me acercaba más a ti. Me agarraba a tu risa y te confesaré algo: yo sabía que cuando mencionabas que algún día te irías acabaría sucediendo. Tus ojeras escondían todo el tiempo que te dedicaba, incluso el que no tenía. Y es que parabas todo y hacías de mis días un sinvivir. Pero era el ritmo que me ibas marcando, era el ritmo que quería seguir.



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